Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan Bautista no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”.
Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió́ el cielo y el Espíritu Santo descendió́ sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó́ entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.
Ir hasta la orilla del río Jordán para hacerse bautizar por Juan significaba reconocer que uno era pecador y que quería comenzar una vida nueva. ¿Por qué Jesús, el Hijo de Dios, se pone en la fila de los pecadores? No lo sabemos con seguridad, los teólogos y la tradición de la Iglesia dan muchas respuestas a esa pregunta. Lo que sí sabemos es que el Señor se puso en ese lugar aunque él no tenía pecado. Es un signo importante en este tiempo en el que todos los días vemos y escuchamos personas que señalan los pecados de los demás pero jamás reconocen uno propio.
Luego el texto nos presenta una imagen impresionante, el cielo que se abre, el Espíritu Santo que desciende, la voz de Dios que se escucha. Sorprendidos por esas imágenes fácilmente perdemos de vista el comienzo de la frase: “mientras estaba orando”. Es en el momento de la oración cuando se abre el cielo y se escucha la voz de Dios. Dios habla cuando nos ponemos a escuchar. ¿Y cómo nos habla? De la misma manera que lo hace en el Jordán: a través de signos. En nuestro caso no se abrirá el cielo ni descenderá una paloma pero si estamos atentos descubriremos signos, lo que ocurre en nuestra vida no son solamente “cosas que pasan”, son acontecimientos que significan algo.
En lo que sucede en nuestra vida el Señor nos habla. Muchas veces no entendemos su mensaje porque esperamos que Dios responda a nuestras preguntas y, por lo general, Dios no habla con respuestas sino con preguntas. Detrás de cada situación que nos toca vivir palpita una pregunta, una invitación a actuar de determinada manera, una invitación a salir de nosotros mismos y abrir nuestro corazón.
Jesús se pone en la fila de los pecadores, los que han cerrado el corazón pero se han arrepentido y por eso están allí, con el corazón ahora abierto y esperando comenzar una vida nueva. Desde allí también el Maestro comenzará otra vida, su vida de predicador itinerante que lo llevará a anunciar el amor de Dios por cada uno de sus hijos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario