viernes, 13 de agosto de 2021

el reino de dios y la iglesia

 Pregunta: Todavía no hemos determinado si el reino de dios  está en la tierra o en el cielo. El Señor Jesús habló una vez de que “el reino de los cielos está cerca” y de “la venida del reino de los cielos”. Si es el reino de los cielos, debería estar en los cielos. ¿Cómo puede estar en la tierra?

Respuesta: Todos debemos tener claro que el “Cielo” siempre se refiere a Dios. El “reino celestial” obviamente se refiere al reino de Dios. El Apocalipsis dice: “el tabernáculo de Dios está entre los hombres”, “El reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de su cristo”. Esto significa que el reino de Dios será establecido en la tierra. Al final, los reinos de la tierra se convertirán en el reino de Dios. Después de que el viejo mundo sea destruido por los grandes desastres, el Reino Milenario aparecerá. Los reinos de la tierra serán los reinos de nuestro Señor y de Su Cristo. Entonces la voluntad de Dios se hará tanto en la tierra como en el cielo. Esto cumplirá por completo la profecía: la Nueva Jerusalén vendrá a la tierra. Dios se ha hecho carne y hace la obra de juicio en los últimos días para terminar con esta oscura y malvadaielo. Esto cumplirá por completo la profecía: la Nueva Jerusalén vendrá a la tierra. Dios se ha hecho carne y hace la obra de juicio en los últimos días para terminar con esta oscura y malvada generación. Todos los que escuchen la voz de Dios y sean arrebatados ante Su trono serán perfeccionados para convertirse en vencedores. Entonces comenzarán los grandes desastres. Sólo sobrevivirán aquellos que hayan sido purificados y salvados por la obra de Dios en los últimos días. Se convertirán en el pueblo del reino de Dios. Hoy somos los más bendecidos por poder aceptar la obra de Dios en los últimos días. Nosotros, los que tengamos la suerte de escuchar la voz de Dios y ser alzados delante de Su trono, seremos purificados por el juicio y el castigo de Sus palabras, y seremos vencedores ante los desastres, las primicias que son obtenidas por Dios. Entonces Dios enviará los grandes desastres. Todos los que se resisten a Dios, así como todos los diabólicos incrédulos, serán destruidos durante el gran desastre. Los que sean purificados y hechos perfectos recibirán la protección de Dios durante el desastre; sólo ellos sobrevivirán. Cuando el Señor descienda sobre una nube y se aparezca ante todos, Dios vendrá a Su reino en la tierra. Esto es lo que Dios hará pronto. Si nosotros los creyentes no podemos tener esta visión, ¿acaso no estamos ciegos? Aquellos que simplemente miran al cielo y esperan a que el Señor venga con las nubes, llorarán y crujirán los dientes cuando Él regrese realmente sobre las nubes. Es como decían las profecías del Apocalipsis: “He aqui, viene con las nubes y todo ojo le verá, aun los que le traspasaron; y todas las tribus de la tierra harán lamentación por El; sí. Amén” (Apocalipsis 1:7). Las personas que no escuchen la voz de Dios antes de los desastres y no logren ser arrebatados ante Su trono, caerán en esos desastres y en ellos serán castigados, entre llantos y crujir de dientes.

Jesús hace presente el reino

REINO DE DIOS

Catequesis Primera Comunión - Jesús hace presente el Reino de Dios

La catequista formula las siguientes preguntas con el objetivo de que los niños expliquen qué entienden por Reino de Dios y cuenten qué saben de él:
-¿Alguien sabe lo que significa?
-¿Os acordáis de las Bienaventuranzas?
-¿Hablaban de…?
-¿Qué tipo de Reino es?
Después de sus respuestas y tras el diálogo que se genera entre la catequista y los niños, recapacitan estas dos frases:

  • Jesús advierte que no se trata de un Reino de ejércitos, de emperadores, de palacios, sino es un gobierno sobre los corazones cuya ley es la caridad y el amor, y Cristo es el soberano.
  • Dejar que Jesús reine en mi alma significa abrir las puertas para que Él haga lo que quiera conmigo. Y Él sólo entra y se queda a vivir si encuentra un alma limpia, es decir, sin pecado.

JESÚS HACE PRESENTE EL REINO DE DIOS

  • Con su PERSONA, inaugura el Reino con su propia vida.
  • Con sus PALABRAS

Catequesis Primera Comunión - Jesús hace presente el Reino de Dios

Dios por amor envía a su Hijo para que comience el Reino. 

Nosotros lo acogemos y lo hacemos crecer viviendo como cristianos. Si vivimos así encontramos un gran tesoro, “la verdadera felicidad”. Hay que responder a la llamada de Dios.

en la fila de los pecadores

 Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan Bautista no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”.

Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió́ el cielo y el Espíritu Santo descendió́ sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó́ entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.

Ir hasta la orilla del río Jordán para hacerse bautizar por Juan significaba reconocer que uno era pecador y que quería comenzar una vida nueva. ¿Por qué Jesús, el Hijo de Dios, se pone en la fila de los pecadores? No lo sabemos con seguridad, los teólogos y la tradición de la Iglesia dan muchas respuestas a esa pregunta. Lo que sí sabemos es que el Señor se puso en ese lugar aunque él no tenía pecado. Es un signo importante en este tiempo en el que todos los días vemos y escuchamos personas que señalan los pecados de los demás pero jamás reconocen uno propio.

Luego el texto nos presenta una imagen impresionante, el cielo que se abre, el Espíritu Santo que desciende, la voz de Dios que se escucha. Sorprendidos por esas imágenes fácilmente perdemos de vista el comienzo de la frase: “mientras estaba orando”. Es en el momento de la oración cuando se abre el cielo y se escucha la voz de Dios. Dios habla cuando nos ponemos a escuchar. ¿Y cómo nos habla? De la misma manera que lo hace en el Jordán: a través de signos. En nuestro caso no se abrirá el cielo ni descenderá una paloma pero si estamos atentos descubriremos signos, lo que ocurre en nuestra vida no son solamente “cosas que pasan”, son acontecimientos que significan algo. 

En lo que sucede en nuestra vida el Señor nos habla. Muchas veces no entendemos su mensaje porque esperamos que Dios responda a nuestras preguntas y, por lo general, Dios no habla con respuestas sino con preguntas. Detrás de cada situación que nos toca vivir palpita una pregunta, una invitación a actuar de determinada manera, una invitación a salir de nosotros mismos y abrir nuestro corazón.

Jesús se pone en la fila de los pecadores, los que han cerrado el corazón pero se han arrepentido y por eso están allí, con el corazón ahora abierto y esperando comenzar una vida nueva. Desde allí también el Maestro comenzará otra vida, su vida de predicador itinerante que lo llevará a anunciar el amor de Dios por cada uno de sus hijos.

Jesús inicia su vida publica

 En aquel tiempo, Juan Bautista predicaba en el desierto de Judea donde decía: «Haced penitencia y cambiad de vida! ¡El reino de Dios se acerca!». Mucha gente acudía a Juan para confesar sus pecados y para que los bautizara en el río Jordán. Entre los que escuchaban sus palabras había también fariseos y saduceos, y Juan les advertía diciéndoles: «Mostrad que verdaderamente queréis cambiar y no penséis que basta con ser descendientes de Abraham para salvaros. Yo os bautizo con agua para que seáis mejores, pero detrás de mí viene uno que es más fuerte que yo. Yo no valgo ni para desatarle las sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego».

Un día Jesús fue de Galilea al Jordán, a presentarse a Juan para que lo bautizara. Juan sabía que quien había venido no era un hombre pecador como los demás. Por eso no quería bautizarlo y le decía: «Eres Tú quien debería bautizarme, ¿cómo es que vienes a mí?». Jesús le respondió: «Ahora debemos cumplir lo que Dios manda». Entonces Juan lo bautizó en el río Jordán y mientras lo hacía, se abrió el cielo de repente y vio bajar al Espíritu de Dios y posarse sobre Él como lo haría una paloma. Y una voz del cielo decía: «Éste es mi Hijo amado, mi Elegido»

Después de esto, Jesús se retiró a la soledad del desierto, y estuvo mucho tiempo, casi cuarenta días haciendo ayuno y oración. Al fin Jesús tuvo hambre y entonces se le acercó el diablo y le tentó diciendo: «Si eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en pan». Pero Jesús respondió: «En la Sagrada Escritura está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Entonces el diablo lo llevó consigo a la ciudad santa de Jerusalén. Lo puso en el pináculo más alto del templo y le dijo: «Si realmente tú eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo. No te pasará nada, pues en la Sagrada Escritura está escrito: Dios mismo ha mandado a sus ángeles que te atiendan y te cuiden. Te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece en ninguna piedra». Jesús le dijo: «También está escrito: No pondrás a prueba a Dios, tu Señor». Finalmente lo llevó el diablo a un monte muy alto. Le mostró todos los reinos del mundo con todas sus riquezas y su poder, y le dijo: «Te daré todo lo que ves, si te arrodillas y me adoras». Entonces Jesús contestó: «¡Apártate de mí, Satanás! En la Sagrada Escritura está escrito: Adorarás sólo a Dios, tu Señor, y sólo a Él servirás».

Entonces el diablo se fue y desapareció. A continuación, vinieron ángeles que servían y ayudaban a Jesús.

espués de las tentaciones, comienza la Vida Pública de Jesús. Cuando Jesús volvió del desierto fue a Galilea y comenzó a recorrer pueblos y ciudades enseñando en las sinagogas, anunciando la Buena Noticia del Reino y curando a los enfermos.

Según dicen los Evangelios sinópticos Jesús va a Galilea donde comenzará su misión de anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios.El Evangelio de Juan, sin embargo, nos cuenta algunas cosas que Jesús hace antes de comenzar la misión para la que ha sido elegido. Parece que antes de comenzar a predicar el Evangelio, Jesús vuelve al río Jordán donde Juan el Bautista le reconoce como el Mesías esperado, y al verlo exclama: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»(Juan 1, 29)

Imaginamos que al oír el «título» que Juan le da, Jesús, que conocía perfectamente la Escritura como había demostrado en el momento de las tentaciones, se acordó de lo que Isaías había escrito y anunciado en el capítulo 53 de su libro sobre el Mesías que había de llegar: «Fue maltratado y se humilló y no dijo nada, fue llevado cual cordero al matadero, como una oveja que permanece muda cuando la esquilan».

la trinidad en la vida cristiana

 Ltrinidad es el doga central sobre la naturaleza de dios en la mayoría de las ig . Esta iglesia cristiana. creencia afirma que Dios es un ser único que existe como tres personas distintas o hipostasis: el padre, el hijo y el espíritu santo .

Algunas confesiones minoritarias, como las iglesias unitarias, los testigos de  Jehovah y los pentecostales unitarios , así como las iglesias vinagrarías , rechazan esta creencia. Los mormones afirman creer en la Trinidad pero tienen una interpretación específica y radicalmente diferente del dogma mayoritariamente aceptado.

Fuera del ámbito del cristianismo pero en otra fe también monoteísta, el corán menciona la Trinidad y se muestra contrario a ella.

LA MIRADA, Calif. (BP) — La Trinidad, ¿qué es lo primero que se le viene a la cabeza cuando escucha esta palabra? ¿Sabía usted que la palabra Trinidad no se encuentra en la Biblia al igual que la palabra Biblia tampoco está en la Biblia? ¿De qué manera afecta nuestra vida que Dios es trino? Muchos cristianos creen correctamente que la Trinidad es una doctrina esencial de nuestra fe, pero desgraciadamente no se dan cuenta de la importancia que tiene para nuestras vidas. Reconozco que ésta era mi percepción hasta que hace varios años una clase con el profesor Scott Horrell me abrió los ojos a las grandes implicaciones de la Trinidad para nosotros como cristianos, para la iglesia y para la familia.

En primer lugar, La Santa Trinidad es una doctrina importante a los largo de toda la Biblia. El Antiguo Testamento da evidencias de la Trinidad aunque enfatiza claramente el monoteísmo. En contra de las religiones politeístas de su época, el gran énfasis del AT es en la unidad del único Dios verdadero, el Dios de Israel: Dt.6:4 “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. También en el AT se dan varias implicaciones del Dios trino. Por ejemplo, La palabra hebrea para “uno” (ehad) en ocasiones representa una unidad compuesta (Gen. 2:24, “serán una sola carne”); hay pasajes en los que Dios parece hablar de sí mismo en plural “nosotros” (Gen.1:26, “Hagamos al hombre a nuestra imagen…”); y dos de las tres palabras principales para referirse a Dios en el AT están en plural: Elohim (Dios, lit. “los poderosos”, 2570 veces) y Adonai (Señor, lit. “mi Señores”, 449 veces).

La Trinidad enseña que hay un solo Dios en tres personas diferentes, el Padre, el Hijo y El Espíritu Santo. El Padre es Dios y es el Padre de: Cristo (Mt. 3:17); Israel (Ex. 4:22); ángeles (Job 1:6); todos los cristianos (Rom. 8:14-17). El término Padre indica que Él es la fuente de la cual todo procede. La palabra Padre no fue muy usada para referirse a Dios en el AT (14 veces), quizá para distinguir al Dios de Israel de los dioses paganos como progenitores de semidioses y humanos. El término Padre (Gr. Pater) es usado especialmente en Juan (122 veces). La palabra aramea Abba se encuentra tres veces en el NT, se usaba por niños e hijos para mostrar respeto.

Jesús afirmó claramente en Juan 10:30 que el Hijo es Dios con esta declaración asombrosa “Yo y el Padre uno somos”. Romanos 9:5 también declara la divinidad de Jesús, “de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén”. El Espíritu Santo es una persona de la divinidad que tiene intelecto, emociones y voluntad. 2 Corintios 3:17 enfatiza claramente su divinidad, “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Él es el Parákletos, el “otro Consolador”, otro que comparte la misma naturaleza divina que Jesús (Juan 14:16, 26).

el deseo de dios

 En tiempos recientes, han seguido propagándose desastres como terremotos, inundaciones, enjambres de langostas, incendios, epidemias y hambrunas, y el alcance de esta propagación se ha ido ampliando cada vez más. Cabe destacar el nuevo coronavirus, una peste que se ha extendido a todos los países de la Tierra y que ha provocado la muerte de muchas personas. Cuando vemos que tales desastres ocurren tan frecuentemente, nos llenamos de miedo y nos sentimos perdidos, y todo lo que podemos hacer es clamar constantemente al Señor para que nos proteja. ¿Podría ser esta la razón por la que Dios permite que ocurran los desastres simplemente porque desea que clamemos a Él y le pidamos Su protección? ¿Cuál es la intención de Dios? ¿Cómo podemos obtener la protección de Dios cuando ocurren los desastres? Discutámoslo y exploremos juntos este tema para que podamos entender la intención de Dios y encontrar el camino para recibir Su protección.

En realidad, Dios permite que los desastres que nos ocurren sirvan como recordatorios y advertencias para nosotros. ¿Pero de qué nos está advirtiendo? Todos sabemos que en este mundo hoy en día, la gente se ha vuelto más y más malvada y corrupta. Todos viven sus vidas satisfaciendo la gula, la búsqueda de placer y los deseos carnales y sensuales. La gente compite entre sí en busca de beneficios y está llena de mentiras y violencia. Perdieron su dignidad e integridad, su conciencia y su sentido hace mucho tiempo, y a veces ni siquiera reconocen la existencia de Dios, y sólo unos pocos tienen sed de la verdad y anhelan que aparezca la verdadera luz. Incluso aquellos que sí creen en el Señor también siguen las tendencias del mundo en busca de dinero, fama y fortuna; codician los placeres de la carne y viven en pecado, sin poder escapar. La gente en este mundo hoy en día es tan malvada y corrupta como en los tiempos de Noé. El Señor Jesús una vez profetizó: “Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:37). Sabemos por las palabras del Señor Jesús que para cuando el hombre se haya corrompido tanto como en los tiempos de Noé, el Señor ya habrá regresado. Pero la gente se ha corrompido demasiado, sin nadie que busque activamente a Dios o Su aparición y obra, e incluso cuando escuchan a alguien testificando del regreso del Señor, aún así no buscan activamente la verdad ni la investigan más a fondo. Al permitir que estos desastres ocurran, Dios nos envía advertencias para despertar nuestros corazones apáticos para que podamos ver claramente que la profecía de la venida del Señor ya se ha cumplido y que el Señor regresó hace mucho tiempo. Debemos buscar la aparición de Dios sin demora. Si no podemos dar la bienvenida al Señor antes de que llegue el gran desastre, sólo seremos barridos por el gran desastre y castigados.


la veracidad de los evangelios

 La Santa Madre Iglesia, “columna y fundamento de la verdad” (1 Tm 3, 15), en su misión de proporcionar la salvación a las almas, se ha servido siempre de la Sagrada Escritura y siempre la ha defendido de toda falsa interpretación. Y puesto que no faltan nunca cuestiones complejas, el exégeta católico, en la exposición de la palabra divina y en la resolución de las dificultades que se le ofrecen, no debe nunca desfallecer; antes bien, trate con todo empeño de hacer cada vez más claro el sentido genuino de las Escrituras, confiando no tanto en sus fuerzas, sino más bien en la ayuda de Dios y en la luz de la Iglesia.
Es una gran satisfacción que hoy se encuentren no pocos hijos de la Iglesia que, expertos en las ciencias bíblicas, de acuerdo con las exigencias de nuestro tiempo, siguiendo las exhortaciones de los Sumos Pontífices, se dedican con incansable esfuerzo a esta ardua y grave tarea. “Recuerden todos los hijos de la Iglesia que están obligados a juzgar no sólo con justicia, sino también con suma caridad los esfuerzos y las fatigas de estos valerosos obreros de la viña del Señor”, pues incluso intérpretes de fama notoria, como el mismo San Jerónimo, solamente consiguieron un éxito relativo en sus tentativas de resolver las cuestiones de mayor dificultad. Procúrese que “en el ardor de las disputas, no se sobrepasen los límites de la mutua caridad, ni se dé la impresión en la polémica de poner en duda las mismas verdades reveladas y las divinas tradiciones. Pues sin la concordia de los ánimos y sin el respeto indiscutible de los principios no hay que esperar grandes progresos en esta disciplina, en los diversos estudios de muchos”.
El esfuerzo de los exégetas es hoy mucho más necesario, por cuanto que se van difundiendo muchos escritos en los que se pone en duda la verdad de los dichos y de los hechos contenidos en los Evangelios. Movida por estos motivos, la Pontificia Comisión para Estudios Bíblicos, para cumplir la tarea que los Sumos Pontífices le han encomendado, ha creído oportuno exponer e inculcar cuanto sigue.
1. Que el exégeta católico, bajo la guía del magisterio eclesiástico, aproveche todos los resultados conseguidos por los exégetas que le han precedido, especialmente por los santos padres y los doctores de la Iglesia, sobre la inteligencia del texto sagrado, y se dedique a proseguir su obra. Con el fin de poner a plena luz la verdad y la autoridad de los Evangelios, siguiendo fielmente las normas de la hermenéutica racional y católica, será diligente en servirse de los nuevos medios de exégesis, especialmente de los ofrecidos por el método histórico universalmente considerado. Este método estudia con atención las fuentes, define su naturaleza y valor sirviéndose de la crítica del texto, de la crítica literaria y del conocimiento de las lenguas. El exégeta pondrá en práctica la recomendación de Pío XII, de v. m., que le obliga a “prudentemente... buscar cuanto la forma de la expresión o el género literario adoptado por el hagiógrafo pueda llevar a su recta y genuina interpretación; y debe estar persuadido de que esta parte de su oficio no puede ser descuidada sin causar grave perjuicio a la exégesis católica”. Con esta advertencia, Pío XII, de v. m., enuncia una regla general de hermenéutica, válida para la interpretación de los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, pues para componerlos los hagiógrafos siguieron el modo de pensar y de escribir de sus contemporáneos. En suma, el exégeta utilizará todos los medios con que pueda penetrar más a fondo en la índole del testimonio de los Evangelios, en la vida religiosa de las primitivas comunidades cristianas, en el sentido y en el valor de la tradición apostólica.
Donde convenga le será lícito al exégeta examinar los eventuales elementos positivos ofrecidos por el “método de la historia de las formas”, empleándolo debidamente para un más amplio entendimiento de los Evangelios. Lo hará, sin embargo, con cautela, pues con frecuencia el mencionado método está implicado con principios filosóficos y teológicos no admisibles, que vician muchas veces tanto el método mismo como sus conclusiones en materia literaria. De hecho algunos fautores de este método, movidos por prejuicios racionalistas, rehúsan reconocer la existencia del orden sobrenatural y la intervención de un Dios personal en el mundo, realizada mediante la revelación propiamente dicha, y asimismo la posibilidad de los milagros y profecías. Otros parten de una falsa noción de la fe, como si ésta no cuidase de las verdades históricas o fuera con ella incompatible. Otros niegan a priori el valor e índole histórica de los documentos de la Revelación. Otros, finalmente, no apreciando la autoridad de los Apóstoles, en cuanto testigos de Cristo, ni su influjo y oficio en la comunidad primitiva, exageran el poder creador de dicha comunidad. Todas estas cosas no sólo son contrarias a la doctrina católica, sino que también carecen de fundamento científico y se apartan de los rectos principios del método histórico.
2. El exégeta, para afirmar el fundamento de cuanto los Evangelios nos refieren, atienda con diligencia a los tres momentos que atravesaron la vida y las doctrinas de Cristo antes de llegar hasta nosotros.
Cristo escogió a los discípulos (cfr. Mc 3, 14; Lc 6, 13), que Lo siguieron desde el comienzo (cfr. Lc 1, 2; Hch 1, 21-22)), vieron sus obras, oyeron sus palabras y pudieron así ser testigos de su vida y de su enseñanza (cfr. Lc 24, 48; Hch 1, 8; 10, 39; 13, 31; Jn 15, 27). El Señor, al exponer de viva voz su doctrina, siguió las formas de pensamiento y expresión entonces en uso, adaptándose a la mentalidad de sus oyentes, haciendo que cuanto les enseñaba se grabara firmemente en su mente, pudiera ser retenido con facilidad por los discípulos. Los cuales comprendieron bien los milagros y los demás acontecimientos de la vida de Cristo como hechos realizados y dispuestos con el fin de mover a la fe en Cristo y hacer abrazar con la fe el mensaje de salvación.



el reino de dios y la iglesia

  Pregunta: Todavía no hemos determinado si el reino de dios    está en la tierra o en el cielo. El Señor Jesús habló una vez de que “el rei...